Los cambios en los patrones de lluvias están intensificando los riesgos de conflicto en todo el mundo, como revela un reciente estudio del Institute for Economics & Peace. El Informe de Amenazas Ecológicas 2025 señala que alrededor de 2.000 millones de personas, una cuarta parte de la población global, viven en áreas donde la estacionalidad climática está aumentando significativamente.
El estudio destaca que las regiones con lluvias concentradas en menos meses enfrentan tasas de muertes por conflicto significativamente más altas, llegando a cuadruplicar las cifras en áreas con climas más estables. En 2024, los desplazamientos internos temporales alcanzaron los 45 millones en 163 países, el número más alto desde 2008, impulsado en gran parte por desastres naturales que afectan la seguridad alimentaria.
La situación es especialmente preocupante en el oeste de Brasil, incluyendo la Amazonía, donde las temperaturas están subiendo al doble del ritmo global, provocando sequías intensas e incendios forestales. África subsahariana también enfrenta desafíos críticos, siendo Níger el país más impactado por la creciente amenaza ecológica. Aquí, la combinación de cambios estacionales y rápido crecimiento demográfico intensifica la competencia por recursos esenciales como tierra y agua.
A pesar del temor a posibles «guerras por el agua», el informe señala que no ha habido conflictos interestatales exclusivamente motivados por este recurso en tiempos modernos. En su lugar, se han firmado muchos tratados internacionales que promueven la cooperación en temas hídricos, sugiriendo que la colaboración puede ser clave para prevenir conflictos.
Steve Killelea, fundador y presidente del IEP, destaca que la falta de infraestructura para el manejo del agua es un reto crítico. En África subsahariana, solo el 2% de las tierras cultivadas cuentan con sistemas de irrigación, frente al 20% del promedio global. Esto ejerce una creciente presión sobre los limitados recursos hídricos y eleva la posibilidad de enfrentamientos.
El informe insta a reconsiderar las políticas actuales y priorizar la creación de sistemas de agua resilientes al clima, especialmente en áreas de inestabilidad ecológica. Esta estrategia no solo podría mitigar los conflictos, sino también promover la paz y la sostenibilidad a largo plazo. En un mundo cada vez más diverso en términos de clima y recursos, comprender cómo la cooperación ha funcionado anteriormente podría ofrecer modelos efectivos para evitar futuros enfrentamientos.


