La localidad de Penáguila, situada en el corazón de Alicante, se ha visto envuelta en llamas desde la tarde del pasado martes, en un desafortunado evento que ha obligado a evacuar a la totalidad de sus 800 residentes, siendo esta cifra solo una base, ya que el número de habitantes suele crecer durante el periodo estival con la llegada de visitantes y residentes temporales.
El origen del siniestro, que ha azotado tanto áreas forestales como agrícolas, parece estar en una faena realizada en la depuradora de la vecina localidad de Benasau, donde, accidentalmente, una chispa habría encontrado el ambiente seco propicio para desencadenar el voraz incendio. El alcalde de Penáguila, Salvador Catalá, ha mantenido al público informado sobre el progreso de la situación, que aunque mostraba signos de mejora, aún no permitía afirmar con certeza que el fuego estuviese bajo control.
Los evacuados han buscado refugio principalmente en las ciudades cercanas de Alcoy y Alicante, o en un albergue proporcionado por la Cruz Roja en Benifallim para aquellos cuya única vivienda se encuentra en Penáguila. El sentimiento generalizado entre los vecinos es de una ansiedad palpable ante la posibilidad de regresar a sus hogares, una tensión compartida por el alcalde Catalá quien confesó haber pasado noches en vela preocupado por el bienestar de su comunidad.
La rápida respuesta al incendio involucró un significativo despliegue de recursos, incluyendo una flota creciente de medios aéreos que pasó de tres a siete, además de un fuerte componente terrestre compuesto por 15 dotaciones de bomberos, ocho unidades de bomberos forestales y 40 miembros de la Unidad Militar de Emergencias, todos sumando esfuerzos para controlar la situación.
Esta lamentable ocasión resalta la delicadeza de las condiciones forestales durante la temporada estival y la necesidad de extremar precauciones en cualquier actividad susceptible de generar incendios. La comunidad de Penáguila, al igual que otras en situaciones similares, enfrenta el desafío no solo de recuperarse del desastre, sino también de reevaluar y fortalecer las medidas de prevención ante eventos futuros, en un contexto ambiental que parece volverse cada vez más propenso a incidentes de este calibre.