En el pequeño municipio de Aldeamayor de San Martín, en Valladolid, una innovadora tapa ha causado revuelo tanto en redes sociales como entre los habitantes de la localidad. Con una presentación que simula dos líneas de cocaína, un pequeño saquito que parece contener drogas y un billete enrollado, este plato ha capturado la atención por su audacia visual. Sin embargo, su creador asegura que es completamente inofensivo, compuesto por ingredientes legales como azúcar glas, pollo cocinado en Coca-Cola con salsa de bacon ahumado, y un canutillo relleno de mermelada de frambuesa.
El responsable de esta creación es Jonatan Casero, propietario del Mapogo Gastrobar, quien ideó el plato para participar en el concurso de la Semana del Pincho de Villazgo bajo el nombre de “un pollo de coca… Cola”. Su propuesta no solo ha desatado debates en torno a si su diseño podría ser interpretado como una apología al consumo de drogas, sino que también ha sido alabada por su originalidad y calidad gastronómica, logrando el primer lugar en el concurso.
A pesar de las críticas de algunos sectores que ven en esta tapa una posible trivialización del consumo de sustancias ilegales, otros defienden la creatividad y el valor artístico del plato, destacando el sabor único que ofrece a los comensales. El éxito de la tapa es indiscutible, con 600 unidades vendidas a dos euros cada una, lo que ha puesto a este pequeño negocio en el centro de la atención mediática.
El ayuntamiento local ha reconocido el «pollo de coca… Cola» como el ganador del concurso de pinchos, y ya se prepara una celebración especial en el Mapogo Gastrobar para el próximo 3 de agosto, la cual contará con la actuación en vivo del grupo de rock Stereograce.
Jonatan Casero, por su parte, se defiende de las críticas afirmando que su intención era generar debate y emociones mediante su obra, considerándose más un artista que un chef. Casero rechaza cualquier asociación de su tapa con el fomento al consumo de drogas, argumentando que la cocina, como cualquier expresión artística, puede ser un medio para la provocación y el diálogo social.
Este caso subraya cómo la gastronomía puede sobrepasar las barreras culinarias para convertirse en un asunto de discusión que aborda temas de creatividad, valores sociales y culturales, demostrando el poder del arte culinario para provocar conversaciones importantes en la sociedad.
