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Sonsoles Ónega pone límites a una colaboradora en respuesta a las protestas indignadas de su padre

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La última emisión del programa «Y ahora Sonsoles» se convirtió en el epicentro de un intenso debate nacional, cuando en su plató se discutió el controvertido tema de la libertad de expresión versus el respeto hacia las víctimas de delitos de elevada gravedad. La controversia surgió a raíz de la noticia sobre la potencial publicación del libro «El odio», escrito por José Bretón, quien narra el asesinato de sus propios hijos. La indignación no se hizo esperar, especialmente por parte de Ruth Ortiz, exesposa de Bretón, quien ha manifestado vehementemente su rechazo a la comercialización del libro, alegando que esto significaría «darle voz a un asesino».

La mesa de diálogo contó con la presencia de Bárbara Arroyo, quien fuera abogada de Bretón en cierto momento del proceso judicial, abogando por la publicación del libro bajo los principios de libertad de expresión. Por otro lado, Ángela Vallvey, periodista de firme convicción, argumentó contra la moralidad de otorgarle plataforma a Bretón, subrayando el perpetuo dolor que esto causaría a Ruth Ortiz.

El debate escaló rápidamente, poniendo en evidencia la delicada balanza entre el derecho a contar historias verídicas y el posible daño emocional a las víctimas aún vivas de estos relatos. Vallvey, adoptando una postura inquebrantable, llevó la discusión hacia terrenos intensos, en ocasiones interrumpiendo a los que disentían de su postura, lo cual obligó a la presentadora, Sonsoles Ónega, a intervenir reiteradamente para mantener el decoro y el respeto.

Esta confrontación no solo expuso las marcadas diferencias de opinión entre los participantes del programa, sino que también trajo a la luz una problemática social más amplia: la forma en que se manejan las narrativas criminales sin desmerecer el respeto hacia aquellos que han sido impactados de manera directa por estos sucesos. En un intento por aligerar el ambiente, Ónega compartió una anécdota sobre su padre, subrayando la importancia de mantener el respeto y entendimiento mutuos en conversaciones de tal magnitud.

El episodio culminó dejando una serie de interrogantes en el aire acerca de dónde deberían situarse los límites de la libertad de expresión, y cómo pueden protegerse los derechos de las víctimas para evitar su revictimización a través de los medios de comunicación o en la literatura. Un debate que, indudablemente, seguirá generando opiniones divididas tanto en el espacio público como en el privado.