La expansión urbana de Málaga, que en 2006 se vislumbraba como una promesa de crecimiento y desarrollo hacia el oeste con la urbanización de la finca Soliva, se ha visto empañada por un grave problema ambiental y de salud pública. Originalmente, esta expansión pretendía ser el comienzo de un vibrante nuevo capítulo, atrayendo a aproximadamente 5.000 personas en búsqueda de oportunidades y un espacio donde formar sus vidas. Sin embargo, la realidad que siguió ha revelado desafíos no anticipados, principalmente una preocupante contaminación atmosférica que afecta a sus residentes.
El Conjunto Residencial Soliva, que se ha consolidado como un área habitacional asequible para jóvenes y familias, enfrenta ahora el desafío de vivir con el humo tóxico que emana de la quema de cables y otros materiales en la barriada vecina de Los Asperones. Esta práctica, llevada a cabo por chatarreros que buscan extraer cobre para su venta, ha forzado a los habitantes de Soliva a mantener sus ventanas cerradas, intentando así protegerse de un «humo negro» que no solo impregna el aire sino que plantea un serio riesgo para la salud.
Los residentes de Soliva, hartos de esta situación, han expresado formalmente su descontento y preocupación a través de un escrito dirigido a las autoridades, en el que destacan la frecuencia y peligrosidad de estas quemas. Incluso han sugerido que las emisiones tóxicas podrían constituir un delito ambiental, merecedor de penas de prisión según la legislación vigente.
La respuesta de las administraciones locales a este problema ha sido criticada por su aparente pasividad, lo cual ha exacerbado la frustración de la comunidad afectada. Los residentes no solo reclaman una limpieza y cercado efectivos del área donde se realizan las quemas, sino también acciones decisivas que logren extinguir los fuegos y llevar ante la justicia a quienes resulten responsables.
Esta crisis ambiental subraya la necesidad urgente de reubicar a los residentes de Los Asperones, un proyecto pendiente que, de realizarse, podría aliviar parte del problema. No obstante, la situación en Soliva es un recordatorio claro de los complejos desafíos que pueden surgir en la expansión urbana, especialmente cuando las iniciativas de desarrollo no van de la mano con un plan integral que garantice la salud pública y el respeto por el medio ambiente. Málaga, ante este escenario, se ve obligada a reconciliar sus ambiciones de crecimiento con la imperante necesidad de proteger la calidad de vida de sus habitantes.