La noche del 12 de agosto se convirtió en una página memorable en la historia de la televisión española con el regreso del emblemático concurso del Grand Prix a La 1, conducido por Ramón García. Tras una espera de más de 18 años, el programa volvió a capturar la atención y el corazón de la audiencia, esta vez con un encuentro inolvidable entre los equipos de Binissalem, Mallorca, y Villanueva de la Torre, Guadalajara.
Los equipos, apadrinados por la presentadora María Gómez y el torero Manuel Díaz «El Cordobés», se sumergieron en una competencia férrea que reflejó semanas de preparación intensiva. La segunda prueba de la noche destacó por un emocionante juego de «Baloncesto en pañales», donde concursantes ataviados como bebés intentaron encestar pelotas en canastas gigantes, proporcionando momentos de alta tensión y espectáculo.
La disputa se desarrolló con una intensidad singular, con ambos equipos mostrando un nivel parejo y entregando una actuación que dejó atónitos no solo a Ramón García sino también a Cristinini, comentarista de la competencia. A pesar de un comienzo equilibrado, donde Villanueva de la Torre tomó una leve ventaja, fue la determinación y precisión de Binissalem la que, finalmente, inclinó la balanza a su favor con un marcador de 11 a 9.
El evento no solo destacó por el impresionante desempeño de los participantes, sino también por el espíritu de competitividad y camaradería que se vivió, reviviendo así el espíritu característico del Grand Prix. Este encuentro ha demostrado que el concurso sigue siendo un espacio único para celebrar el esfuerzo colectivo y la alegría, marcando una noche que quedará grabada en la memoria de los espectadores y participantes por igual.
Esta renovada edición del Grand Prix ha logrado reavivar la nostalgia y el fervor por un formato que, durante años, se consolidó como uno de los preferidos del público español, demostrando una vez más que el entretenimiento familiar sigue teniendo un lugar especial en el corazón de la audiencia de La 1. En definitiva, el triunfo de Binissalem sobre Villanueva de la Torre no fue solo una victoria en el marcador, sino una celebración de la tradición, la comunidad y el placer compartido de competir con honor y alegría.