La preocupación por la imagen personal se ha intensificado, cobrando una dimensión preocupante, especialmente entre los jóvenes. Patricia Pardo, al frente de un reciente programa, tomó las calles para explorar una problemática creciente: la dismorfia del selfie. La obsesión por reflejar una imagen retocada y perfeccionada de sí mismos ha comenzado a tener serias consecuencias en el bienestar emocional de muchos.
Patricia no se contuvo al hablar sobre las graves repercusiones de esta dismorfia estética, citando ejemplos de adolescentes que evitan salir de casa temiendo ser juzgados por su apariencia sin filtros. Aún más alarmante, parece ser el aumento de procedimientos quirúrgicos a los que recurren en un intento de ajustarse a una imagen corporal distorsionada, muchas veces influenciada por las redes sociales y la cultura del perfeccionamiento digital.
En el programa, la voz de Rocío Ramos-Paul, reconocida psicóloga, se sumó al debate. Compartió su preocupación por la vulnerabilidad de los jóvenes, quienes en su búsqueda de aceptación, pueden llegar a extremos como la cirugía, sin tratar las verdaderas causas emocionales de su insatisfacción.
Incluso Patricia Pardo compartió su experiencia personal, revelando cómo aquellos con largas carreras televisivas enfrentan también sus propias luchas con la imagen, refiriéndose al «complejo de cara de tele» y cómo, después del maquillaje, el reflejo en el espejo no siempre cumple con sus expectativas.
La discusión tomó un giro hacia la importancia de la autenticidad y la autoaceptación. Rocío hizo un llamado a los jóvenes a abrazar su verdadero yo, señalando cómo la ausencia de ansiedad al salir sin maquillaje podría ser un indicador de una autoestima saludable. Este consejo se alza como un faro de esperanza en una sociedad cada vez más obsesionada con la imagen y la validación externa.
La conversación es un recordatorio urgente sobre la importancia de cuidar no solo nuestra apariencia, sino también nuestra salud mental y autoestima. Mientras navegamos en la era digital, enfrentarnos a la dismorfia del selfie es fundamental para superar la brecha entre la ilusión reforzada por las redes sociales y la realidad de nuestra propia belleza y valor intrínseco.