La noche del Festival de Eurovisión 2025 se perfilaba como una de las más prometedoras para España en años recientes, con Melody representando al país y llevando consigo la esperanza de una nación entera. La artista de Dos Hermanas había dedicado incontables horas de preparación y ensayos, anticipando una actuación que, para muchos, tenía el potencial de ubicar a España en las más altas posiciones del certamen. Sin embargo, los resultados finales distaron mucho de las expectativas.
Melody finalizó en la penúltima posición, con apenas 37 puntos, lo que supuso un duro golpe para la delegación española y sus seguidores. Pese a una actuación que fue catalogada por muchos como impecable, el apoyo del público y el jurado internacional no se materializó, dejando un resultado que sorprendió a propios y extraños.
La reacción de Melody no se hizo esperar, aunque optó por el silencio en la inmediatez de la ceremonia, recurriendo a las redes sociales para agradecer el apoyo de sus fans. Ana María Bordas, jefa de la delegación española, no ocultó su decepción ante los resultados, subrayando la incomprensión frente a la escasa recepción de votos dados el talento vocal y el esfuerzo en el escenario de la cantante.
La indignación no se limitó al entorno profesional de Melody. En Dos Hermanas, su ciudad natal, al igual que en diversos rincones de España, resonó el descontento y la incredulidad. Incluso, Lorenzo Molina, padre de la artista, se sumó a las voces críticas, apuntando a las votaciones geopolíticas como una influencia negativa en el festival, por encima de la calidad de las actuaciones.
La polémica sobre el sistema de votación de Eurovisión y la necesidad de su revisión fue avivada por estos comentarios. El debate sobre la imparcialidad del concurso y la ponderación entre la afinidad política y la métrica artística se situó, una vez más, en el foco de la conversación pública.
La experiencia de Melody en Eurovisión 2025 recalca la complejidad y las controversias que continúan rodeando al festival, evidenciando que, más allá del espectáculo y el entretenimiento, hay aspectos estructurales que podrían requerir una reevaluación profunda. El episodio no solo refleja un desencanto particular de la delegación española sino que además revitaliza el diálogo acerca de la esencia del concurso, el equilibrio entre lo musical y lo político y la búsqueda de una competencia que verdaderamente celebre el arte y talento musical en un ambiente de equidad y justicia.