En el mundo del espectáculo, donde la fama es fugaz y el talento a menudo se mide por criterios subjetivos, la historia de Mar Regueras emerge como un relato de resistencia y adaptabilidad. Con una carrera que despegó en los años noventa, esta actriz y presentadora barcelonesa supo capturar el cariño de una generación entera, solo para encontrarse años después enfrentándose a una realidad muy distinta, lejos de los focos de la televisión generalista.
A sus 54 años, Regueras ha transitado de los estudios de grabación a un entorno mucho más sobrio: una notaría en Madrid. Este cambio de carrera no se debe a una elección personal por alejarse de la actuación, sino al crudo rechazo de un sector que, dominado por un espíritu de juventud y novedad, a menudo deja de lado a quienes ya no cumplen con un cierto perfil. La actriz, nominada al Goya, ha hablado con valentía sobre la lucha contra el olvido, reivindicando no solo su espacio sino también el de muchos otros que, como ella, han sido marginados.
Su trayectoria profesional, rica y diversificada, tuvo momentos de brillo indiscutible. Desde aquellos veranos del ‘Grand Prix’ junto a Ramón García, que marcaron el inicio de las vacaciones de verano de muchos españoles, hasta destacadas actuaciones en el cine que le valieron una nominación al prestigioso premio Goya. Su versatilidad como actriz le permitió transitar sin problemas del drama a la comedia, demostrando que era mucho más que una simple cara conocida en la televisión.
Sin embargo, el silencio se apoderó de su teléfono, una experiencia que Regueras describe con dolor y franqueza. La falta de oportunidades laborales la llevó a buscar una alternativa para mantener a su familia, encontrando en el ámbito de la notaría un «plan B» que, si bien está lejos de los escenarios, le proporciona estabilidad económica.
Reflexionando sobre esta transición, Mar confronta el edadismo y el machismo que aún imperan en la industria audiovisual, evidenciando la dura realidad que enfrentan especialmente las mujeres a medida que avanzan en edad. Sin embargo, su historia no es un lamento, sino un testimonio de adaptación y dignidad. En un entorno donde ser olvidado parece ser el peor castigo, ella ha encontrado una nueva forma de protagonismo, mostrando que la valía de una persona no desaparece con el cambio de contexto.
El legado de Mar Regueras va más allá de sus logros en pantalla; es una lección de coraje, una voz que desafía la narrativa de una industria que olvida con demasiada facilidad. Sea gestionando documentos o esperando la llamada para un próximo papel, Regueras se mantiene como protagonista de su vida, recordándonos el valor de persistir a pesar de los desafíos. Su historia no es solo sobre la resistencia frente al olvido, sino sobre el poder de reinventarse, manteniendo la esencia de uno mismo intacta contra toda adversidad.

