En los años ochenta y noventa, España vivió un fenómeno televisivo sin precedentes que marcó a toda una generación: El Precio Justo. Este concurso se convirtió en mucho más que un simple programa de televisión; se erigió en un evento social que congregaba a las familias frente al televisor, paralizando el país con cada emisión. Conducido por el carismático Joaquín Prat desde los estudios de Prado del Rey en Madrid, El Precio Justo transformó el entretenimiento nacional, estableciendo nuevos estándares de emoción y participación popular. La mecánica era simple pero irresistiblemente atractiva: los concursantes debían adivinar el precio de diversos artículos sin sobrepasarlo, en busca de ganar premios que para muchos eran el sueño de su vida.
Quizá uno de los episodios más recordados y que resume el espíritu del programa fue la participación de Manuel Martínez Conto, un camarero de Lugo, en julio de 1989. Manuel, como muchos antes y después que él, soñaba con el gran premio, pero su historia se convirtió en una de las más emblemáticas del concurso. Después de superar varias etapas preliminares gracias a su destreza y conocimiento, Manuel se enfrentó al desafío final: el Escaparate, una colección de premios cuyo valor ascendía a treinta y seis millones seiscientas siete mil ochocientas noventa y cinco pesetas. La espectacular suma incluía desde vehículos de lujo hasta paquetes vacacionales, todos ellos representando la posibilidad de un cambio radical en la vida del afortunado que acertase su valor exacto.
La respuesta de Manuel, treinta y seis millones quinientos cincuenta mil pesetas, quedó grabada en la memoria colectiva del país. La diferencia entre su estimación y el precio real era mínima, apenas un uno coma cinco por ciento del valor total del escaparate. Sin embargo, el programa era implacable: solo el precio exacto otorgaba el premio mayor, y cualquier cifra por encima o por debajo resultaba en la descalificación.
A pesar de la precisión casi milimétrica de su cálculo, Manuel no ganó el gran premio esa noche. La regla era clara y no había margen para la aproximación; aun estando extraordinariamente cerca, la diferencia mínima le costó la victoria. Fue un momento de drama televisivo puro, con un Manuel desconsolado y un país entero sintiendo su desilusión a través de las pantallas. El profesionalismo y la emotividad de Joaquín Prat al manejar la situación solo añadieron peso al momento ya legendario.
La historia de Manuel Martínez Conto se convirtió en un símbolo de la fina línea entre el éxito y el fracaso, una narrativa que trascendió la pantalla para convertirse en parte del lore de la televisión española. Incluso décadas después, la peculiar desventura de Manuel sigue siendo evocada como ejemplo de cómo, en ocasiones, los sueños se desvanecen por los márgenes más estrechos.
El Precio Justo, y en particular la edición conducida por Joaquín Prat, permanece en el recuerdo como un hito de la televisión española. Su legado no se limita a los premios entregados o a los momentos de tensión y alegría compartidos; forma parte de la historia cultural de España. Manuel y otros concursantes como él son recordados no solo por los premios que ganaron o perdieron, sino por los momentos únicos de humanidad, esperanza y, a veces, desilusión que nos regalaron, reflejando las muchas facetas de la vida misma.



