El cuidado del rostro es una preocupación común, pero muchas personas cometen errores que pueden afectar negativamente la piel. Expertas en dermocosmética han compartido algunas recomendaciones clave para mejorar las rutinas de limpieza facial.
Un error habitual es no emulsionar el limpiador antes de aplicarlo. Este paso es esencial para distribuir el producto de manera uniforme y reducir la fricción sobre la piel. Además, es importante evitar el uso de agua demasiado caliente o fría; lo ideal es emplear agua a unos 30 °C para proteger la barrera cutánea.
Dormir sin desmaquillarse es otro fallo común. Dejar restos de maquillaje y protector solar durante la noche impide que la piel se oxigene y regenere, acelerando así su envejecimiento. Por ello, se aconseja una doble limpieza: primero con limpiador oleoso y luego con uno acuoso.
La limpieza de manos antes de tocar el rostro es crucial para evitar la transferencia de bacterias que pueden causar brotes o irritaciones. Igualmente, la forma de secar la piel es importante; se recomienda usar una toalla limpia y dar pequeños toques para evitar irritaciones.
Frecuentemente olvidadas, las zonas del cuello y la línea del cabello también acumulan impurezas y deben atenderse igual que el resto del rostro. No esperar demasiado tiempo para aplicar tratamientos post-limpieza es fundamental para evitar que la piel se deshidrate.
Finalmente, una hidratación adecuada después de la limpieza optimiza la efectividad de los productos aplicados. Una piel bien hidratada responde mejor a los tratamientos cosméticos.
Incorporar estos consejos transforma la limpieza diaria en un ritual que mejora la salud y luminosidad de la piel, ayudando a prevenir el envejecimiento y otros problemas cutáneos.
