La Comunidad Valenciana se enfrenta a una paradoja ambiental notable: mientras sus bosques crecen de manera notable, el suelo de la región se seca a un ritmo alarmante. Este fenómeno dual plantea un escenario complejo para el futuro medioambiental de la comunidad.
El reciente Cuarto Inventario Forestal Nacional revela un aumento significativo en la masa forestal de la Comunidad Valenciana, que ahora cuenta con más de 330 millones de árboles adultos y cerca de 594 millones de árboles jóvenes. Este crecimiento, de hasta un 73% en volumen de madera en dos décadas, es impulsado principalmente por el pino carrasco, que cubre el 63% de la superficie forestal.
Sin embargo, este crecimiento no es un motivo de celebración. Fernando Pradells, ingeniero forestal, advierte que la acumulación de madera muerta y la alta densidad de árboles generan un entorno propenso a los incendios. La falta de una cultura de gestión forestal adecuada convierte a estos montes en polvorines durante la temporada de incendios, lo que lleva a un desbalance preocupante.
Por otro lado, la desertificación se presenta como la otra cara de esta moneda. El Centro Superior de Investigaciones Científicas ha señalado que las áreas áridas y semiáridas en la región han aumentado en 7,942 km² en las últimas dos décadas, un fenómeno exacerbado por el cambio climático. Municipios como Mutxamel, Elche y Callosa de Segura son ejemplos de este proceso, donde los suelos están perdiendo humedad de manera acelerada.
Miguel Verdú, del Centro de Investigaciones sobre Desertificación, explica que aunque el abandono de tierras rurales permite el incremento de vegetación, esto no evita el avance de la aridificación del suelo. Las regiones más afectadas comprenden el litoral alicantino y áreas adyacentes a Murcia, donde factores climáticos específicos agravan la situación.
Los expertos coinciden en que sin una gestión sostenible de los recursos forestales, el aumento de la masa arbórea puede llevar a un agravamiento de los incendios y a una mayor degradación del suelo. La solución, según Pradells, pasa por implementar un enfoque que recupere un mosaico de cultivos y bosques, creando así un equilibrio entre densidades óptimas y el aprovechamiento de los recursos.
En última instancia, la Comunidad Valenciana se encuentra atrapada en un delicado equilibrio entre la proliferación de sus bosques y la continua desertificación de sus suelos. Esta situación no solo es un reflejo de la complejidad de la crisis ambiental actual, sino también una invitación a repensar y rehabilitar su modelo de gestión rural y forestal.