España se encuentra en un momento crucial en el desarrollo de su submarino S-80, un proyecto que ha supuesto un considerable avance tecnológico para la Armada y para la empresa Navantia. Sin embargo, las recientes decisiones de países como Canadá e India de no incluirlo en sus respectivos concursos de adquisición han generado serias dudas sobre el futuro comercial del S-80 y sobre si España podrá recuperar la significativa inversión realizada.
El proyecto canadiense de submarinos, que busca reemplazar su flota actual por hasta 12 unidades de tipo no nuclear, ha priorizado los plazos y la experiencia demostrada. Ante esta demanda, Canadá se decantó por opciones de Alemania y Corea del Sur, que ofrecen modelos probados en el mar. En contraste, el S-80 fue descartado, principalmente por la falta de validación en condiciones operativas del sistema AIP (capaz de generar hidrógeno a partir de bioetanol). El próximo modelo, el S-83, integrará este sistema, pero su entrega está programada para 2028, demasiado tarde para cumplir con el calendario canadiense.
El fracaso en India, donde el S-80 también fue excluido, se debió a razones similares: la falta de un AIP operativo y a un contexto donde la fiabilidad y la confianza son clave. Mientras otros países presentan un firme apoyo político en las negociaciones, España ha dejado estas gestiones en manos de ministros y mandos militares, lo que podría estar afectando su competitividad internacional.
Actualmente, el desarrollo del S-80 ha sido costoso y lento. De los cuatro submarinos previstos, el S-81 Isaac Peral ya es operativo, mientras que el S-82 Narciso Monturiol se encuentra en pruebas. La inversión total ronda entre los 3.500 y 4.000 millones de euros, y para recuperar ese capital, España necesitaría vender entre 5 y 8 unidades adicionales a un precio estimado de entre 600 millones y 1.000 millones por submarino.
A medida que los competidores siguen acumulando experiencia en el mar, la ventana de oportunidad para el S-80 se va estrechando. Aunque existen mercados potenciales, como el europeo, donde Polonia está considerando la renovación de su flota, y otros en el sudeste asiático y Oriente Medio, España se enfrenta a una dura competencia.
El S-80 presenta ventajas como su innovador sistema AIP, que promete una autonomía superior y es un diseño completamente nacional, lo que coloca a España en un selecto grupo de países capaces de desarrollar submarinos desde cero. Sin embargo, estas promesas no se materializarán hasta que el AIP sea validado.
Aprender de este proceso será crucial para Navantia y la industria española. Es vital validar tecnologías antes de competir, aumentar la capacidad de producción, cerrar alianzas internacionales y fortalecer la implicación política en contratos militares para mejorar la competitividad.
A pesar de los obstáculos, el S-80 sigue siendo un orgullo tecnológico para España. Aunque el rechazo canadiense y otros tropiezos internacionales son desalentadores, una estrategia centrada en demostraciones operativas, coproducción y búsqueda de nichos de mercado podría ofrecer nuevas oportunidades en el panorama internacional.