«El Clasismo en ‘First Dates’: Cuando el Amor se Define por la Clase Social»


En el transcurrir de una velada en el popular programa de televisión «First Dates», se presenció una cita que parecía estar destinada al fracaso desde su inicio. Gonzalo, un joven de 24 años oriundo de Madrid, llegó al lugar con expectativas claras, buscando a alguien que pudiera compararse con la imagen de Tamara Falcó, una figura que representa para él el ideal femenino: clásica y perteneciente a un estatus social alto.

Su apariencia no dejaba lugar a dudas de su personalidad y sus valores: una chaqueta elegante, camisa pulcramente planchada, pantalones chinos, y un clavel como complemento que lo distinguía como un hombre de otra época. Ya desde el primer momento Gonzalo no escatimó en detalles sobre sí mismo, declarándose de derechas, religioso y adherente a un estilo de vida que él mismo califica como de «cayetano», una referencia a personas de clase alta con un estilo de vida muy particular. Además, Gonzalo se describe como un «viejoven», comentando que se siente fuera de sintonía con su generación, destacando que nunca ha pisado una discoteca y que sus intereses difieren significativamente de los de las personas de su edad.

Gonzalo, quien de día trabaja como reponedor en un supermercado, no duda en afirmar que, a pesar de su empleo, se considera parte de una esfera social diferente. Su descripción de la mujer ideal -pijitas, señoritas, clásicas- deja entrever la gran importancia que le otorga al estatus social incluso en temas del corazón.

La persona que esperaba a Gonzalo esa noche era Natalia, procedente de Estepona. La expectante mirada de Gonzalo se desvaneció tan pronto como la vio, y el desinterés fue mutuo. Natalia, por su lado, tampoco encontró atractivo en Gonzalo, mencionando su estatura entre los atributos que consideraba menos atractivos de su cita. Lo que siguió fue una cena marcada por el desinterés mutuo, donde la falta de conversación y la pesadez del ambiente hicieron evidente que no habría futuro para esta pareja.

La velada concluyó con la conclusión de que no era viable un segundo encuentro. Mientras Natalia admitió preferir «a los chicos malos», ambos reconocieron la ausencia de química. Este episodio es un claro ejemplo de cómo las expectativas y la realidad a menudo colisionan en el complicado mundo de las citas, dejando enseñanzas tanto sobre la búsqueda del amor como sobre el proceso de autoconocimiento que ello implica.

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