Beatriz Rico, aclamada actriz y reciente participante del reality show ‘Supervivientes 2025’, ha tomado las redes sociales para compartir el doloroso periodo que enfrenta a causa de una serie de ataques y críticas malintencionadas sobre su imagen. A través de su perfil en X/Twitter, la actriz expresó el daño emocional que estas agresiones le han causado, abriendo un debate sobre la toxicidad en las plataformas digitales.
El inicio de este aluvión de negatividad se debió a la difusión de dos fotografías suyas, tomadas casi de manera simultánea en el mismo día, que desataron más de 300 comentarios negativos. Estos no solo cuestionaban su apariencia física, sino que incluían acusaciones falsas sobre su estilo de vida, incluidas insinuaciones sobre el consumo de sustancias, pese a que Rico ha sido abstemia por más de una década y media.
Rico señaló especialmente que las críticas no se limitaron a su participación en ‘Supervivientes’, sino que se enfocaron de manera injusta en su imagen, ignorando su trabajo y personalidad. Acusaciones severas y comentarios fuera de lugar respecto a su salud mental formaron parte del acoso que describió como un «linchamiento virtual».
El impacto de esta experiencia fue tan profundo que Rico admitió haber contemplado la idea de desaparecer. Su decisión de hablar busca no solo aliviar su propio sufrimiento sino también resaltar la gravedad del acoso en línea. La actriz criticó la cultura de impunidad en internet que permite que la crueldad se normalice, especialmente contra las mujeres en el ojo público.
Aunque intentó sin éxito que se retirara el contenido que originó estas reacciones en su contra en Telecinco, su narrativa va más allá de un llamado a eliminar el material dañino; es un clamor por una reevaluación del comportamiento colectivo en la red. Beatriz pide una reflexión más profunda sobre cómo la interactuación online, incluso a través de gestos aparentemente menores como un «me gusta», puede contribuir a perpetuar el acoso.
Con este doloroso testimonio, Rico no solo busca cicatrizar sus propias heridas emocionales sino también impulsar un cambio en la cultura digital hacia uno de mayor empatía y responsabilidad. Su historia resuena como un recordatorio de las consecuencias reales del ciberacoso y la imperiosa necesidad de cultivar un espacio virtual más amable y respetuoso.