En el corazón de Asturias, donde las imponentes montañas se funden con la suave brisa del Cantábrico, la gastronomía ha encontrado su refugio en tabernas y restaurantes que preservan la tradición. En 2024, la Guía Repsol destaca a aquellos locales que, a través de la persistencia y el esmero, han mantenido viva la esencia de la cocina española. Entre ellos, Asturias celebra la inclusión de ocho de sus establecimientos en la distinguida lista «Soletes con Solera», un reconocimiento a su herencia y carácter únicos.
A pesar de que platos emblemáticos como el cachopo y la fabada han situado a Asturias en el mapa de la gastronomía, la región también esconde otras joyas que deleitan tanto a habitantes como a visitantes. Una de estas delicias es el carbayón, un pastel de hojaldre lleno de almendra y crema, que este año celebra su centenario. Procedente de la pastelería Camilo de Blas, este postre se ha transformado en un ícono de la repostería ovetense y un símbolo de la identidad asturiana.
La historia de Camilo de Blas comenzó en 1914, cuando una familia leonesa decidió abrir una pequeña pastelería en Oviedo. Desde entonces, el local ha conquistado a los asturianos con sus exquisitos dulces, con el carbayón a la cabeza, cuya denominación proviene de un viejo roble característico de la región. Este pastel ha logrado traspasar fronteras, convirtiéndose en uno de los postres favoritos del renombrado chef internacional José Andrés.
Además del carbayón, La pastelería ofrece una variedad de delicias como bombones de sidra, panettone milanés y casadiellas. La confitería, que ha pasado de manos en manos familiares a lo largo de las generaciones, también destaca por su decoración única que combina elementos clásicos y modernos, con azulejos de antaño y columnas de acero art déco, brindando a los visitantes no solo un placer gastronómico, sino una experiencia visual inolvidable.
En su reciente edición, la Guía Repsol no solo valora la capacidad de estos locales por conservar recetas ancestrales, sino también su habilidad para adaptarse a los tiempos sin perder su esencia. Así, la cocina asturiana se reafirma como un mosaico cultural que, incluso en la innovación, preserva sus raíces. Mientras nuevos platos emergen en la escena gastronómica, los asturianos saben que el verdadero encanto reside en esos sabores que, de generación en generación, siguen narrando la historia de su tierra.