En la vorágine de lanzamientos tecnológicos, replantear nuestra conexión con los dispositivos se ha convertido en una necesidad imperiosa. Somos Conexión, una operadora que aboga por la ética en las telecomunicaciones, alerta sobre el problema del desecho prematuro de tecnología. Los consumidores suelen descartar aparatos que aún podrían funcionar durante varios años más, lo que, más allá de ser ineficaz, contribuye a la crisis de basura electrónica que alcanza unos 50 millones de toneladas anuales, según datos del Programa para el Medio Ambiente de las Naciones Unidas.
Mercè Botella, socia fundadora de Somos Conexión, destaca que el exceso de residuos electrónicos tiene impactos devastadores, especialmente en el Sur Global. Sin una gestión apropiada, estos desechos causan serios problemas de salud y medioambientales en las regiones donde se procesan en condiciones peligrosas. Según Botella, nos enfrentamos a un problema urgente que exige una revisión de nuestra relación con la tecnología.
Controlar la obsolescencia programada y fomentar el reacondicionamiento y la reparación se vuelven acciones clave. El reacondicionamiento, que implica restaurar y actualizar dispositivos usados, se presenta como una solución más sostenible y económica. Botella defiende que reutilizar productos en buen estado es preferible a crear dispositivos nuevos.
A finales de 2024, la Unión Europea implementará un estándar para conectores de carga USB-C, buscando reducir el desecho electrónico en 11.000 toneladas anuales y generar un ahorro de 250 millones de euros. Sin embargo, Botella recalca que, aunque útiles, estas medidas no son suficientes por sí mismas.
La situación es más crítica en el Sur Global, donde los dispositivos desechados llegan sin control, exponiendo a trabajadores, incluidos niños, a químicos peligrosos. La extracción de componentes para estos dispositivos también tiene un impacto ambiental significativo, consumiendo grandes recursos de agua y energía.
Botella concluye que es vital adoptar un consumo más responsable, considerando no solo el impacto ambiental, sino también el coste social del desecho tecnológico. Promoviendo el reacondicionamiento y aumentando la conciencia sobre nuestras acciones, podemos avanzar hacia modelos económicos más sostenibles y justos, protegiendo tanto la salud humana como los ecosistemas.