El óxido en cubiertos de acero inoxidable o metal es un inconveniente habitual en muchos hogares, originado por la humedad y el contacto con alimentos. Afortunadamente, existen métodos sencillos y económicos para eliminarlo usando ingredientes comunes en la cocina.
Una opción eficaz es el bicarbonato de sodio. Para usarlo, basta mezclarlo con agua hasta formar una pasta. Esta mezcla se aplica en las zonas oxidadas, dejándola actuar antes de frotar con una esponja o paño suave. Finalmente, se enjuaga con agua tibia y se seca bien.
El vinagre blanco es otra solución popular. Suavemente ácido, disuelve el óxido sin dañar el metal. Sumergiendo los cubiertos en vinagre durante unas horas, se logra ablandar el óxido, que luego se retira al frotar con un cepillo de dientes viejo. Es crucial enjuagar y secar bien posteriormente para evitar que el óxido se repita.
El jugo de limón también es útil gracias a su acidez. Aplicándolo directamente sobre las manchas, se deja actuar antes de frotar y enjuagar.
Si se prefiere, existen limpiadores comerciales específicos para esta tarea, aunque es importante seguir las instrucciones para no dañar los cubiertos.
La prevención es clave para evitar el retorno del óxido. Mantener los cubiertos secos, evitar remojarlos por largos periodos y limpiarlos adecuadamente tras cada uso puede prolongar su buen estado. Adoptar estas prácticas de cuidado asegura su durabilidad y mantiene su aspecto original.