En un rincón soleado de un pueblo alicantino, un grupo de entusiastas se reúne para observar el elegante vuelo de palomas. Esta escena, más que un simple pasatiempo, revela un mundo lleno de tradición, competencia y una profunda devoción que apasiona a más de 30.000 aficionados en España. Las aves en cuestión no son simples pájaros; son ejemplares cuidados con esmero, criados bajo reglas estrictas desde los años 40, convirtiendo sus habilidades en un deporte oficial.
La colombicultura tiene raíces históricas que se remontan al siglo I, cuando los árabes introdujeron el culto a estas aves en regiones como Murcia y Valencia. En aquel entonces, el número de palomos que poseía una familia era indicativo de su prestigio. Hoy en día, este arte ha evolucionado en un deporte federado presente en casi todas las comunidades autónomas, a excepción del País Vasco y Navarra por su clima menos propicio. En la Comunidad Valenciana, solo se contabilizan 9.000 licencias, mientras que en Andalucía y Murcia, los números rondan las 5.000.
Este deporte aviar se divide en dos modalidades: la deportiva, donde los palomos despliegan sus habilidades para cortejar y agrupar a las hembras, y la de raza, centrada en la belleza física. En la vertiente competitiva, de los 25.000 palomos que se presentan a concursos comarcales durante el invierno, solo un selecto grupo de 100 alcanza la final nacional, una hazaña que Morató, presidente de la Real Federación de Colombicultura de España, compara con la Champions League, pero en el mundo de las aves. Por su parte, los certámenes de raza, especialmente populares en Andalucía, valoran meticulosamente atributos como el plumaje y la estética.
Recientemente, la comunidad de colombicultores fue sacudida por el robo de tres palomos valorados en 170.000 euros en Fortuna, Murcia. A pesar de la investigación abierta por la Guardia Civil, Morató minimiza el valor monetario, enfatizando que para la comunidad, lo que realmente importa es el lazo emocional con las aves, que muchas veces eclipsa los números fríos. Aún así, estos robos no son inusuales; en Alicante, se reportan alrededor de 600 casos anualmente, ya sea por actos de vandalismo o por encargos ilegales. Sin embargo, Morató aclara que estos robos carecen de sentido, ya que sin la documentación adecuada, las aves no pueden competir ni ser vendidas.
El comercio en este sector es prácticamente inexistente, aunque algunos ejemplares de renombre podrían alcanzar precios exorbitantes, como «Don José», valorado en 40.000 euros. Sin embargo, Morató deja claro que, al igual que uno no vendería a su perro, los aficionados no están dispuestos a desprenderse de sus palomos. A pesar de ello, los robos continúan generando preocupación y denuncias, haciendo temer un posible efecto llamada en la comunidad.
Así, bajo la sombra de los árboles mediterráneos, con el murmullo de los aficionados y el aleteo de las aves entrenadas, la colombicultura se sostiene como un deporte rebosante de pasión, historia y un toque de misterio. Más allá de las cifras, son los corazones de quienes consagran su vida a estos seres extraordinarios los que realmente hacen que esta tradición siga volando alto.