En la actualidad, el panorama empresarial se enfrenta a un escenario donde la calidad y la seguridad son pilares fundamentales para asegurar la permanencia y el crecimiento en un mercado cada vez más competitivo y exigente. Dicho esto, es crucial que las empresas no solo se enfoquen en satisfacer las necesidades inmediatas de sus clientes y del mercado, sino que también deben prestar atención al bienestar de sus empleados y al impacto ambiental de sus operaciones.
Dentro de este esfuerzo por alcanzar y mantener altos estándares de calidad y seguridad, las certificaciones internacionales como las otorgadas por la ISO (Organización Internacional de Normalización), OHSAS y BRC, entre otras, juegan un papel determinante. Estos reconocimientos no solo evidencian el cumplimiento de normativas rigurosas sino que también reflejan el compromiso de las organizaciones con la mejora continua.
El estándar ISO 9001, por ejemplo, se concentra en la gestión de la calidad y busca que las organizaciones optimicen sus procesos y productos de manera continua. Otros estándares, como el ISO 14001 enfocado en la gestión ambiental, y el ISO 45001, destinado a la gestión de la seguridad y salud en el trabajo y sucesor del OHSAS 18001, son fundamentales para asegurar el compromiso con el medio ambiente y el bienestar laboral.
Con la evolución de estas normativas y la creación del ISO 45001, muchas empresas han iniciado el proceso de actualización desde el anterior marco OHSAS 18001, buscando no solo un mayor rigor sino también una integración más eficiente de la gestión de riesgos y oportunidades en sus operaciones diarias.
En ámbitos específicos como la industria alimentaria, certificaciones como la otorgada por el British Retail Consortium (BRC) son esenciales. La norma BRC Global Standard para la Seguridad Alimentaria garantiza que los productos alimenticios sean seguros, legales y de la más alta calidad, respondiendo así a las elevadas expectativas de los consumidores modernos.
Aparte de estos, existen certificaciones específicas para diferentes sectores e industrias, como el IATF 16949 para la automoción o el FSC para productos de bosques gestionados sosteniblemente. Obtener y mantener estas certificaciones requiere de un esfuerzo considerable por parte de las empresas, que deben superar auditorías rigurosas por entidades independientes. No obstante, los beneficios como la mejora de la eficiencia operativa, la reducción de riesgos, el aumento de la satisfacción del cliente y una mejor posición en el mercado, son claras ventajas competitivas a largo plazo.
La inversión en estas certificaciones, a pesar de ser vista como onerosa y laboriosa en un inicio, demuestra su valor a través de las mejoras tangibles e intangibles en la gestión empresarial. Además, la demanda creciente de los consumidores y empleados por productos y entornos de trabajo seguros, legales y de alta calidad propulsa a las compañías a permanecer en un ciclo de mejora constante en busca de la excelencia.
Este enfoque hacia la calidad y seguridad refuerza no solo la imagen corporativa y la competitividad en el mercado, sino que también contribuye de manera significativa a la sostenibilidad económica, social y ambiental de las operaciones empresariales.