Las aguas del Mediterráneo, que históricamente han servido de sustento para numerosas comunidades pesqueras, se encuentran en el centro de un conflicto que refleja las disparidades y tensiones que surgen de la política pesquera de la Unión Europea. Tras un acuerdo reciente en el Consejo de Ministros de Agricultura y Pesca de la UE, que tuvo lugar el 10 de diciembre, los pescadores italianos celebran lo que ven como un triunfo innegable, mientras que sus contrapartes en el sur de España manifiestan su frustración y descontento.
El ministro italiano de Agricultura, Francesco Lollobrigida, ha destacado este acuerdo —aprobado por el Gobierno de Giorgia Meloni— como un hito significativo para Italia. Sin embargo, en España, el ministro Luis Planas adopta un enfoque más reservado. Si bien ha logrado evitar una propuesta que amenazaba con drásticas reducciones en la capacidad de pesca de las flotas del sur, la implementación de nuevas condiciones, como el uso de mallas específicas y otros requisitos técnicos, se presenta como un desafío adicional que podría incrementar los costos operativos para los pescadores.
En Andalucía, la respuesta ha sido de desacuerdo rotundo. La Federación de Cofradías de Pesca de Málaga ha expresado su indignación ante lo que consideran una presión insostenible sobre sus actividades pesqueras. María del Carmen Navas, presidenta de la federación, ha condenado la falta de igualdad en las regulaciones, sugiriendo que las exigencias no deberían recaer únicamente sobre las flotas de España, Italia y Francia, sino también considerar las prácticas menos restrictivas de países como Marruecos y Argelia.
La incertidumbre se cierne sobre la industria pesquera andaluza. Aunque han conseguido mantener sus días de faena en 2024, los pescadores se encuentran preocupados por la rentabilidad de sus gestiones y la sostenibilidad de sus capturas. La exigencia de adaptar sus artes de pesca en un corto plazo plantea serias dudas sobre su viabilidad económica, lo que lleva al sector a pedir un periodo de transición y un análisis más exhaustivo sobre el impacto de las nuevas regulaciones.
Mientras tanto, en Italia, los grupos de pescadores celebran el acuerdo, al considerar que se ha logrado un equilibrio entre la sostenibilidad medioambiental y la viabilidad económica, tras meses de negociaciones. Este contraste en las reacciones destaca las complejas dinámicas que gobiernan las políticas pesqueras dentro de una misma región, mostrando cómo los mismos acuerdos pueden beneficiar a una comunidad mientras perjudican a otra.
El Mediterráneo, lejos de ser un espacio homogéneo, es un lugar de encuentros y desencuentros, en donde la búsqueda de una pesca sostenible se enfrenta a las realidades económicas de diversas comunidades costeras. Este episodio pone de manifiesto que, en la arena política pesquera de la UE, cada acuerdo puede ser tanto una victoria como una derrota, dependiendo de la orilla en la que se encuentre uno.