En el mundo del cine, pocos eventos tienen la capacidad de encender un debate tan vivaz como lo ha hecho el último trabajo de Alejandro Amenábar. Su más reciente película, que retrata la vida de Miguel de Cervantes, ha capturado no solo la atención del público, que se ha volcado en masa para verla, colocándola entre las preferencias en España, sino también de la crítica por su audaz propuesta narrativa.
La polémica se centra en la decisión del director de presentar al autor de «Don Quijote de la Mancha» con una orientación homosexual. Una elección que, lejos de ser trivial, ha generado un encendido debate que Amenábar ha tenido que confrontar en distintos foros, incluida una intervención en el popular programa televisivo de Pablo Motos, donde expresó su desazón frente a la controversia suscitada por este elemento de su película.
Lejos de buscar la provocación gratuita, Amenábar defiende su versión de Cervantes como el producto de una meticulosa investigación de ocho años de duración. Para el director, añadir esta capa a la ya compleja personalidad del escritor no es meramente un capricho creativo, sino una manera de enriquecer y profundizar en la narrativa, brindándonos una faceta hasta ahora no explorada del icónico literato.
La incomodidad del cineasta deriva, en gran parte, de la percepción de que debe justificar su visión artística, una tarea que, si bien es parte del juego en el terreno de la creación histórica, encuentra redundante. Amenábar invita a su audiencia a abrazar la ficción y la creatividad como medios para explorar las posibles vidas internas de figuras históricas, enfatizando que, a fin de cuentas, es tarea del público comprometerse a llenar los espacios en blanco, a imaginar lo inimaginable.
Al hacer eco de otras producciones audaces que han reimaginado la vida de personajes históricos —tales como «Shakespeare in Love» o «Amadeus»—, Amenábar argumenta a favor de una representación que no solo se limite a recrear el pasado, sino que invite a la reflexión sobre las complejidades humanas de sus protagonistas.
En un llamado a la empatía y al entendimiento, el director nos recuerda la importancia de acercarnos a estas obras con una mente abierta, dispuestos a interpretar y, más aún, a sentir más allá de las etiquetas y los preceptos del debate cultural vigente. La película de Amenábar, más que una simple revisión histórica, es una ventana a la rica humanidad que habitó en uno de los escritores más venerados de la literatura mundial, Miguel de Cervantes.