Desde su estreno en 2019 por TVE, la serie «La Caza» ha generado gran expectación, comenzando con su primera temporada «Monteperdido». Lo que pareció iniciar como una investigación criminal típica, rápidamente se transformó en un complejo entramado que explora profundas heridas sociales en el contexto de un pintoresco pueblo del Pirineo. El caso del secuestro de unas niñas desentraña una serie de secretos y silencios que tejen la trama mucho más allá del ámbito policial.
Posteriormente, la serie extendió su enigma a nuevas localizaciones con «La Caza. Tramuntana» y «La Caza. Guadiana» ambientadas en la sierra de Mallorca y la frontera entre España y Portugal, respectivamente. Estas secuelas no solo cambiaron de escenario, sino que también integraron a la geografía como un elemento dramático clave, funcionando como un personaje adicional que enriquece la narración.
Agustín Martínez, el mente maestra detrás de esta historia, ha destacado que su objetivo siempre ha sido concebir cada temporada como un ente independiente. Este enfoque garantiza que la serie se mantenga vibrante y capaz de evolucionar, manteniendo la atención del público a lo largo del tiempo gracias a su estructura antológica, que le permite navegar por temáticas variadas sin ceñirse a una línea argumental única.
La última entrega, «Irati», promete adentrarse aún más en exploraciones oscuras y complejas, esta vez centrando su lente en los miedos colectivos que acechan a una comunidad aislada. A través de un nuevo paisaje y un fresco crimen por resolver, se pretende ahondar en aspectos sombríos del alma humana, continuando la tendencia de la saga de desafiar los límites del misterio y el drama social.
«Irati» no solo añade un capítulo intrigante a la saga, sino que refuerza la propuesta de «La Caza» como una serie innovadora que, a través de sus diversas entregas, ha sabido mantenerse relevante y cautivadora, comprometida con el despliegue de misterios que son tanto un reflejo de conflictos internos como de problemas socioculturales amplios.