Este verano, más de 10.200 camas hospitalarias se cerrarán en toda España, un fenómeno que impactará gravemente la atención sanitaria y aumentará las listas de espera. En Castilla-La Mancha, por ejemplo, se prevé el cierre de 373 camas, lo que evidencia una preocupación creciente en el ámbito de la salud pública.
Según un informe del Sindicato de Enfermería, la cifra total de camas cerradas alcanzará las 10.258 durante los meses de junio, julio, agosto y septiembre. Este cierre no es algo nuevo; el año pasado se cerraron 10.463 camas, mostrando así una tendencia preocupante en la gestión de recursos sanitarios.
Los sindicatos advierten que la clausura de camas, sumada a la suspensión de consultas y procedimientos quirúrgicos, es una práctica habitual que prioriza el ahorro de costes por encima de la salud de los pacientes. Esto no solo afecta a quienes requieren atención médica, sino que también incrementa la carga laboral para las enfermeras, que en ocasiones se ven obligadas a trabajar “por dos” debido a la falta de personal.
Por comunidades autónomas, los cierres son significativos: Andalucía presenta la cifra más alta con 2.200 camas, seguida por Madrid con 1.539, Cataluña con 1.300 y la Comunidad Valenciana con 910. La situación se agrava en regiones turísticas donde la población puede duplicarse o triplicarse durante el verano, poniendo aún más presión sobre los servicios sanitarios que ya están al límite.
La falta de personal es un factor clave en este escenario. Se estima que entre un 40 y un 50 por ciento de las enfermeras no serán reemplazadas durante la temporada estival, lo que resulta en un aumento de la carga laboral y un deterioro en la calidad de atención. Esta carencia de reemplazos no solo afecta a la atención al paciente, sino que también contribuye al estrés y a problemas de salud mental entre los profesionales sanitarios. La situación resultante puede ser perjudicial tanto para los trabajadores como para los pacientes que dependen de un sistema de salud ya estresado.
Las autoridades parecen haber desestimado la oportunidad de utilizar el periodo de vacaciones para reducir las listas de espera, priorizando la eficiencia económica en lugar del bienestar sanitario. De este modo, la carga del verano se presenta como un desafío mayor, dejando en evidencia la necesidad urgente de una reestructuración en la atención sanitaria del país.