El fallecimiento del papa Francisco ha dejado una profunda huella en el corazón de millones, pero para Diego Neria Lejárraga, un extremeño oriundo de Plasencia (Cáceres), el dolor es aún más palpable. Su vida dio un giro significativo en 2015, cuando se convirtió en el primer hombre transexual en ser recibido en audiencia privada por un pontífice. Aquella interacción, que comenzó como un acto de compasión, evolucionó hacia una amistad que, según sus palabras, le salvó espiritualmente.
Con voz entrecortada, Neria recordó su relación con el papa: «Éramos muy buenos amigos». Relató que su encuentro en la Casa de Santa Marta del Vaticano fue resultado de una carta en la que expresaba su angustia, tras haber sido víctima de una agresión tránsfoba a manos de un sacerdote. El religioso le había llamado “hija del diablo” y le había condenado a arder en el infierno. Sin embargo, Francisco le brindó una mano amiga, y su abrazo logró disipar el sufrimiento infligido por la Iglesia.
Diego Neria, quien nació en 1966 y vivió una transición de género en 2007, se ha expresado sobre esta experiencia en su libro «El despiste de Dios». En sus páginas narra su lucha por encontrar un lugar en una institución que lo había rechazado durante años. Neria describió a Francisco como un «samurái», un verdadero luchador, destacando que bastaba un breve encuentro para percibir la grandeza de su humanidad.
Más allá de las palabras de admiración, Neria enfatizó el potente mensaje de inclusión que promovía el papa: «Me hizo ver que era un católico más, con los mismos derechos y obligaciones». Su conmovedor testimonio ha resonado en las redes sociales, acompañado por imágenes del tan significativo encuentro.
Mientras el mundo evoca las celebraciones y enseñanzas de Francisco, para Diego Neria su legado cobra una dimensión más personal: la certeza de que, en un contexto de rechazo y dolor, había alguien dispuesto a ofrecerle un abrazo incondicional. «Para mí, era como un padre», compartió con una mezcla de tristeza y gratitud. En este momento de pérdida, Neria reflexiona sobre el impacto de aquella relación: «Fue mi salvavidas».