En una emocionante tarde en el programa «Ni que fuéramos (Sálvame)», el plató se vio envuelto en una intensa discusión protagonizada por Belén Esteban y el colaborador Gonzalo Vázquez. La controversia surgió el martes 4 de febrero, en el contexto de un comunicado de María José Campanario y Jesulín de Ubrique acerca de la decisión de su hijo de vivir fuera del foco mediático tras cumplir la mayoría de edad.
La tensión alcanzó su punto máximo cuando Vázquez, abordando un tema sensible, interpeló a Esteban sobre su postura respecto a la diferenciación entre los hijos “de primera y de segunda” basándose en comentarios previos de la colaboradora. La reacción inmediata de Esteban, diciendo «¡Gonzalo, basta!», intentó poner fin al debate, aunque los compañeros de plató sugirieron que Vázquez desconocía el vasto trasfondo detrás de la historia entre Esteban, Campanario y Jesulín.
La situación escaló con la frustración de Vázquez, defendiendo que su pregunta tenía un carácter “objetivo y periodístico”, y llevó a un dividido respaldo público que se manifestó tanto en el estudio como en las redes sociales.
El clímax del evento se produjo cuando Esteban, emocionalmente afectada, se quitó el micrófono y abandonó el set. María Patiño intentó, sin éxito, persuadir a Esteban para que regresara, y expresó su apoyo a las cuestiones planteadas por Vázquez. A pesar de la tensión, Esteban retornó al plató, ofreciendo disculpas a Vázquez y sincerándose sobre su regreso motivado por el equipo y por David Valldeperas, lo cual fue recibido por muchos espectadores como una genuina muestra de arrepentimiento.
Finalmente, Esteban compartió que sus reacciones se deben a un profundo conflicto emocional vinculado a su historia con Jesulín de Ubrique y María José Campanario, evidenciando la complejidad emocional detrás de las cámaras.
Este evento resalta la fina línea que existe en la televisión entre la vida privada y la pública, mostrando cómo las emociones y las dinámicas del entretenimiento pueden desencadenar momentos de tensión y drama inesperados, demostrando además la vulnerabilidad de las figuras públicas ante el escrutinio mediático.