En un reciente debate televisivo que capturó la atención del público, la conversación giró en torno a la salud mental y la cada vez más común práctica de buscar asistencia terapéutica. En el programa «Demos: el gran sondeo», conocido por su participación ciudadana en temas de actualidad, el debate alcanzó un punto álgido con la intervención de Eduardo, un psiquiatra de vasta experiencia.
Con más de medio siglo en la práctica, Eduardo desafió las convenciones sobre el tratamiento de las enfermedades mentales, cuestionando la efectividad de enfoques que se concentran exclusivamente en el individuo a través de terapias o medicación. Subrayando las palabras de la Organización Mundial de la Salud, el psiquiatra elevó la importancia de considerar no sólo los aspectos biológicos y psicológicos, sino también los sociales, en el tratamiento de la salud mental. Eduardo introdujo un argumento provocativo al comparar los efectos del cortisol, una hormona comúnmente asociada con el estrés, con los riesgos conocidos de fumar, sugiriendo que los factores de estrés cotidianos podrían ser igualmente, si no más, perjudiciales.
Más allá de su análisis sobre el cortisol, Eduardo afirmó que el verdadero problema recae en la sociedad misma, calificándola de “estructuralmente destrozada” y culpable de generar un número alarmante de enfermedades mentales. Estas declaraciones resuenan en un momento donde estudios internacionales predicen que la depresión se posicionará como la enfermedad más prevalente y discapacitante de Europa para el año 2030.
Eduardo no solo criticó la definición actual de enfermedad mental, sino que también propugnó por una reconsideración de esta como una enfermedad social, instando a un cambio revolucionario en el tratamiento y enfoque de la salud mental. Este cambio, según él, debería trascender las políticas alternantes y buscar soluciones reales para el bienestar humano.
La acogida de sus palabras fue notablemente positiva, con el público aplaudiendo su enfoque integral para abordar los factores contribuyentes a las enfermedades mentales. La discusión puso en relieve la necesidad de un cambio de paradigma en cómo la sociedad percibe y trata la salud mental, apuntando hacia la importancia de considerar y trabajar en las estructuras sociales que forman parte esencial del bienestar general.