La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha lanzado una advertencia global al declarar, por segunda ocasión en tres años, la viruela símica (o mpox) como una emergencia de salud pública de importancia internacional. Este anuncio subraya la creciente preocupación ante la rápida expansión de esta enfermedad que ya afecta a más de una decena de países africanos, instando a una acción urgente y coordinada para contener su propagación.
El epicentro de esta crisis sanitaria es la República Democrática del Congo (RDC), donde se han confirmado aproximadamente 15.600 casos y se han reportado 537 fallecimientos relacionados con la enfermedad, superando la gravedad y el número de afectados registrados en el año anterior. Esta situación ha encendido las alarmas sobre la capacidad del virus para desencadenar un desafío de salud pública de gran magnitud, especialmente bajo condiciones críticas.
La viruela símica es una zoonosis, indicando que puede transmitirse de animales a humanos, y pertenece a la misma familia del virus responsable de la viruela humana. A pesar de ser generalmente menos severa que su pariente cercano, la viruela símica puede tener efectos devastadores, particularmente en contextos de brotes masivos y comunidades con acceso limitado a recursos sanitarios.
El virus se propaga primordialmente a través del contacto directo con los fluidos corporales de las personas infectadas o con objetos contaminados por estas. Las condiciones de hacinamiento y la falta de higiene son un caldo de cultivo para la transmisión del virus, lo que complica en gran medida los esfuerzos de contención y prevención, como se observa en los campamentos de desplazados en Goma, donde la realización de medidas de aislamiento es considerablemente dificultosa.
Los síntomas de la enfermedad comparten similitudes con aquellos de la viruela humana pero tienden a ser menos graves. No obstante, el tratamiento se limita al manejo de síntomas, ya que aún no se ha desarrollado un antiviral específico. Mientras que las vacunas contra la viruela humano ofrecen cierta protección, su insuficiente disponibilidad representa una barrera significativa en la lucha contra la enfermedad.
Ante esta emergencia, la comunidad internacional está llamada a unir esfuerzos para aplicar medidas eficaces de control y prevención, que incluyen el distanciamiento social, mejorar las prácticas de higiene, el uso de equipo de protección personal y la promoción de educación comunitaria sobre la enfermedad. Estas acciones, sin embargo, requieren de una respuesta coordinada y el apoyo global para ser verdaderamente efectivas.
El reciente brote de viruela símica ha puesto de relieve, una vez más, la fragilidad de nuestros sistemas de salud frente a emergencias de salud pública y la necesidad imperante de reforzar la vigilancia, las capacidades de respuesta rápida y la cooperación internacional para mitigar el impacto de futuros brotes. La declaración de la OMS constituye no sólo un llamado a la acción, sino un recordatorio de la urgencia por desarrollar estrategias más robustas y equitativas para proteger la salud global frente a enfermedades emergentes.