En el marco de los vibrantes Juegos Olímpicos de París 2024, la final de baloncesto 3×3 se convirtió en un punto de encuentro para la realeza europea, destacando la asistencia del rey Felipe VI de España y la princesa Amalia de los Países Bajos. Este evento reunió a las selecciones femeninas y masculinas de Alemania, España, los Países Bajos, y Francia, creando un ambiente de intensa emoción y competición deportiva.
La presencia del rey Felipe VI no pasó desapercibida, ya que desde el inicio hasta el final del día estuvo apoyando fervientemente a los atletas españoles, demostrando su espíritu deportivo y su compromiso con el deporte nacional. Su coincidencia con la princesa Amalia en este evento no solo subrayó la pasión compartida por el deporte, sino también la estrecha relación que existe entre las casas reales de España y los Países Bajos.
La complicidad y el apoyo mutuo entre el rey y la princesa, frente a los emocionantes desenlaces de los partidos, señalaron un momento de unión entre ambos, destacando durante todo el evento. La amistad entre las familias reales quedó patente, no solo en el ámbito deportivo sino también en el personal, donde Madrid ha desempeñado un papel importante en la vida de la princesa Amalia. Residiendo en la capital española durante dos años por cuestiones de seguridad, Amalia ha forjado lazos profundos, no solo con la ciudad sino también con la familia real española, especialmente con la reina Letizia.
Más de 3.000 espectadores fueron testigos de este encuentro real en las gradas, donde el protocolo y la buena química entre el rey Felipe VI y la princesa Amalia fueron evidentes. Su encuentro resaltó el apoyo continuo a sus respectivos equipos nacionales, así como la fortaleza de los lazos entre las monarquías de ambos países.
Este acontecimiento deportivo subrayó la importancia del deporte como un puente para el fortalecimiento de relaciones internacionales, poniendo de manifiesto el papel de la realeza en apoyar no solo a sus naciones en competiciones de talla mundial, como los Juegos Olímpicos, sino también en tejer relaciones diplomáticas sólidas y duraderas. La jornada deportiva culminó no solo con victorias en el campo, sino también con la consolidación de la amistad y el entendimiento mutuo entre España y los Países Bajos, ejemplificado en la figura de sus herederos al trono.