En los últimos días, la estrategia de silencio por parte de Pedro Sánchez y su gobierno respecto al delicado acuerdo con ERC ha marcado un antes y un después en la política española. Este acuerdo, que busca establecer un cupo catalán similar al de Navarra y el País Vasco, ha generado tanto críticas internas dentro del PSOE como una ola de especulaciones por parte de la oposición sobre el futuro de la unidad española. A pesar de estas tensiones, desde el seno del partido gobernante se asegura que «todo se entenderá mejor cuando llegue el momento adecuado.»
El silencio estratégico adoptado por los socialistas, permitiendo que ERC domine la conversación pública, ha dado pie a la derecha para encender el debate sobre una posible fragmentación del país. No obstante, este periodo de expectativa se halla marcado por dos eventos clave: la consulta a la militancia de ERC, ya superada con dificultades, y la pendiente investidura de Salvador Illa, que mantiene la situación en un estado de incertidumbre palpable.
En este contexto, el diseño del pacto entre el PSOE y ERC se presenta como una maniobra política de alta complejidad y fragilidad, en la que cada palabra y cada acción se han medido con extrema cautela para no comprometer la solidaridad del modelo de financiación autonómica. Con la mira puesta en una renovación de la visión fiscal del país, este acuerdo representa un paso hacia una segunda descentralización del Estado, a pesar de no contar aún con el respaldo total de los socios de la coalición gubernamental.
Las reacciones dentro del PSOE no se han hecho esperar, evidenciando una división de opiniones. Figuras como Emiliano García Page, Javier Lambán y Adrián Barbón han expresado su rechazo al acuerdo, preocupados por el mantenimiento del régimen común y los intereses de sus respectivas comunidades. La posición de Barbón es especialmente significativa, dado su apoyo habitual al gobierno y su inclinación hacia la federalización del Estado, sin embargo, su discrepancia radica en el rechazo al principio de ordinalidad que el nuevo modelo parece sugerir.
Ante este escenario, Salvador Illa se encuentra en un esfuerzo constante por tranquilizar a los líderes territoriales del PSOE, asegurando que «nada está en riesgo». La dirección federal se mantiene optimista, destacando que el apoyo de ERC a la investidura de Illa simboliza una ruptura con el pasado recente del procés. Según apuntan desde Moncloa, el acuerdo alcanzado con ERC no solo beneficia a Cataluña, sino que también se extenderá a todas las comunidades que lo necesiten, aunque este detalle no haya sido explícitamente mencionado en el documento del pacto para evitar desavenencias dentro de la base de ERC.
La complejidad del acuerdo entre el PSOE y ERC refleja el delicado equilibrio de poderes dentro de la política española actual, donde la estrategia y la prudencia se convierten en factores clave en la navegación de sus intrincadas aguas. Con el futuro político del país en juego, todos los ojos están puestos en el desarrollo de estos acontecimientos y en cómo finalmente se desvelará el enigma detrás de este pacto.