Un reciente estudio agrícola ha revelado que cubrir el suelo desnudo podría ser una estrategia efectiva para frenar el crecimiento de malas hierbas y mejorar la salud del terreno. Diversos agrónomos y expertos en sostenibilidad han promocionado este método como parte de un enfoque holístico hacia la gestión del suelo en distintas praderas y campos de cultivo.
El método se basa en el uso de coberturas vegetales, tales como cultivos de cobertura, paja y otros materiales orgánicos para proteger el suelo desnudo. La lógica es sencilla: al cubrir el suelo, se reduce la cantidad de luz solar que llega a las semillas de malas hierbas, lo que dificulta su germinación y crecimiento. Además, estas coberturas vegetales ayudan a retener la humedad del suelo, combaten la erosión y enriquecen el terreno con materia orgánica.
Investigaciones recientes han confirmado que este método no solo es amigable con el medio ambiente, sino que también puede incrementar la productividad de los cultivos principales. Un informe del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de Argentina destacó que los campos que utilizaron coberturas vegetales mostraron un aumento significativo en la retención de agua y la presencia de microorganismos beneficiosos en el suelo.
Agricultores que han implementado esta técnica también reportan una notable disminución en el uso de herbicidas y pesticidas. Juan Pérez, un agricultor de la región de Cuyo, compartió su experiencia: «Antes gastábamos una fortuna en productos químicos para controlar las malas hierbas. Desde que comenzamos a cubrir el suelo con centeno y trébol, hemos visto menos hierbas no deseadas y nuestros cultivos de uva están en mejores condiciones».
Sin embargo, no todos los expertos coinciden en que esta estrategia sea una solución universal. Algunos argumentan que la elección de la cobertura vegetal debe planificarse cuidadosamente, ya que algunas plantas de cobertura pueden competir con los cultivos principales o incluso convertirse en malas hierbas si no se gestionan adecuadamente.
Pese a estos desafíos potenciales, el consenso general en la comunidad científica y agrícola es que ocultar el suelo desnudo puede ser un componente valioso en una estrategia más amplia de gestión sostenible del suelo. Con más investigaciones en curso y un incremento en la adopción de estas prácticas, se espera que este enfoque contribuya a un futuro más saludable y sostenible para la agricultura.