En 1975, España vivió un cambio significativo con la muerte del dictador Francisco Franco, evento que marcó el inicio de una nueva etapa en el país. Uno de los aspectos más destacados de este periodo de transformación política fue el indulto que permitió la liberación de cerca de 900 jóvenes testigos de Jehová que habían sido encarcelados. Estos jóvenes fueron condenados durante las décadas de 1960 y 1970 por su objeción de conciencia al servicio militar, un pensamiento profundamente arraigado en sus creencias religiosas que les llevó a rechazar la violencia y las armas.
Desde 1937, los testigos de Jehová habían sido pioneros en la objeción de conciencia en España, destacándose con el caso de Antonio Gargallo Mejía, quien fue fusilado por negarse a alistarse en las fuerzas armadas. A lo largo de las siguientes décadas, en un contexto de represión, miles de jóvenes se enfrentaron a la misma situación, siendo sometidos a condenas que podían sumar hasta 22 años de prisión. El catedrático de Derecho de la época, Martín-Retortillo, describió esta serie de sentencias como una “diabólica cadena”, reflejando la gravedad de la situación que enfrentaban.
El reconocimiento del derecho a la objeción de conciencia llegó oficialmente con la aprobación de la Constitución de 1978, que estableció un marco legal que garantizaba este derecho. El artículo 30 de la Constitución consagró la objeción de conciencia y fijó las obligaciones militares de los ciudadanos, marcando un avance crucial en el respeto por la diversidad de creencias en el país. El sociólogo Joan Estruch ha señalado la contribución fundamental de los testigos de Jehová en este progreso social, indicando que su firmeza y convicciones fueron clave para que se alcanzara este derecho.
A pesar de los avances logrados en España, el tema de la objeción de conciencia sigue siendo un desafío en varios lugares del mundo. Hoy en día, todavía existen 237 testigos de Jehová encarcelados en diferentes países, lo que ilustra que la lucha por la libertad de conciencia y la oposición a la militarización continúa vigente. La historia de estos objetores no solo destaca su valentía y determinación, sino que también sirve como un recordatorio de la importancia de la defensa de los derechos humanos y la libertad de pensamiento.